Autor: Eduard Munch
Fecha : 1893
Estilo : Expresionismo Alemán
Material : Óleo sobre lienzo
Localización : Museo de Estocolmo
Contexto Histórico
El expresionismo nace en Alemania en torno a 1910, bajo el régimen de Guillermo II, dentro de una atmósfera social y política que anticipaba la Primera Guerra Mundial.
Se trata de una corriente artística que buscaba la expresión de los sentimientos y las emociones del autor, más que la representación de la realidad objetiva.
Surgió como reacción frente a los modelos que habían prevalecido en Europa desde el Renacimiento.
Los autores expresionistas ignoraban la realidad externa, buscando su naturaleza interna, para conseguir ese punto y mostrarlo, exagerando y distorsionando en la mayoría de las veces los temas elegidos. Intentan realizar una pequeña transformación de la realidad porque sostenía que ésta, es una construcción que constituye un lenguaje, por lo tanto, había que construir un nuevo lenguaje que diera cuenta de la otra realidad que estaba oculta.
Los temas destacados, fueron la crítica generacional a la burguesía, al materialismo, a la aglomeración de las masas en las metrópolis, a la mecanización, y sobre todo a la guerra.
En las obras expresionistas se plasmaba la angustia existencial, con desesperadas visiones del fin del mundo, y su miedo a la época en la que estaban viviendo. Criticaban las consecuencias para la humanidad que trajo la modernización, así como el aislamiento individual por la masificación de las ciudades.
Análisis técnico-artístico
El cuadro nos presenta a un personaje en primer plano en actitud angustiosa. Tanto el entorno (marítimo) como la perspectiva acelerada no tienden a crear un marco realista al personaje, sino por el contrario, potencian su actitud desesperada y trágica. Podríamos decir que, en realidad, el tema es la propia expresión de un sentimiento de angustia.
La figura principal se encuentra en primer término y centrada. Sin embargo, tanto la barandilla como las curvas del fondo, nos dan un fuerte dinamismo a toda la escena.
Hay una fuerte contraposición entre las líneas rectas (diagonales) de la zona izquierda y las ondulaciones constantes de la derecha. Tanto unas como otras dinamizan la representación, haciendo moverse al ojo constantemente por toda la superficie del lienzo.
Contraste entre las gamas cálidas y frías que contrastan entre sí.
La luz es antinaturalista, no hay un foco determinado ni tampoco empleo del claroscuro.
La persperctiva es acelerada gracias a las diagonales y las líneas onduladas que proporcionan una fuerte sensación de espacio que nos lleva desde el primer plano hasta el fondo sin puntos intermedios, creando un cierto desasosiego a la hora de contemplar la escena, llevándonos con movimientos rápidos de un lugar a otro.
El propio autor dice estro acerca de la obra:
"Paseaba por un sendero con dos amigos. El sol se puso. De repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla, muerto de cansancio. Sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad. Sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.”
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