sábado, 25 de abril de 2015

La familia de Carlos IV


TÍTULO: La familia de Carlos IV
AUTOR: Francisco de Goya
FECHA: 1800-1801
ESTILO: Etapa Neoclásica
MATERIAL: Óleo sobre lienzo
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado, Madrid.







Nos encontramos en la etapa más creativa de Goya, ya sordo y que ha iniciado un camino cada vez más subjetivo, ácido y crítico contra la realidad que le llevará hacia los Fusilamientos y más tarde a las pinturas Negras.
Atrás ya ha quedado su etapa rococó  de los cartones para los tapices y ha eliminado los colores pastel, las poses aristocráticas, la luz suave o ese carácter aristocrático.

Este cambio, además de la propia evolución personal, se lo debe al estudio de la obra de Velázquez que se encontraba en palacio. 

Con este cuadro la monarquía está perdiendo todo su carácter divino. Ya no son seres elegidos por la divinidad, sino simples hombres, más o menos abrumados por el papel que les ha tocado hacer en la historia y en la vida, bastante ridículo, por otra parte.

Aparte de ser cartonista Goya realizó retratos para la nobleza madrileña comenzando así a conseguir prestigio proporcionándole la oportunidad de retratar a la familia real de la época a la vez que ser nombrado pintor de la cámara. 

Primero creó unos bocetos del cuadro en el 1800 conservados en el Prado.
Orgulloso de su obra Goya se incluyó en el cuadro copiando a Velazquez.

El tema es un típico retrato de grupo en el que aparecen los reyes (Carlos IV y María Luisa), su sucesor (futuro Fernando VII, de azul, a la izquierda) junto a otros miembros de la familia real y (siguiendo así a Velázquez en las Meninas) Goya junto a su lienzo (a la izquierda). Aunque la atención la tenga María Luisa, Goya cumple todo el protocolo, colocando los personajes más cerca del espectador cuanto más importante sean.
Esto, a la altura de las cabezas apenas se nota, pero se debería mirar el cuadro de abajo a arriba y la colocación de los pies da la posición social de cada uno de ellos.

La composición resulta a la vez fácil de ver pero compleja de realizar. En principio, y aunque el cuadro parezca simétrico, no lo es. El centro de la composición lo crea el niño de rojo que junto al marco del cuadro crea una gran línea vertical que separa ambas partes. En la izquierda es mayor que la derecha en una proporcionalidad conocida desde muy antiguo llamada número áureo, muy utilizado en el Renacimiento
Sobre este esquema general el propio tema genera un esquema bastante monótono, lleno de verticales formadas por las propias figuras
Sin embargo Goya evita la monotonía tomando de nuevo a Velázquez. 

En cuanto a la relación línea-color, predomina el segundo. Es la llamada pincelada suelta que realiza las formas a través de pequeños manchones, al igual que hacía ya Velázquez.
Los colores predominantes son los cálidos, en especial los dorados. Sobre este fondo Goya vuelve a recurrir a Velázquez y anima el cuadro con estallidos de rojos, como ya se hacía en las Meninas. 
La luz (aunque representativa) juega varias funciones en el cuadro. Por una parte dará una mayor importancia a María Luisa que relumbra con su vestido aunque pese al intento de adular, Goya no puede ocultar tu antipatia por la reina y el Príncipe de Asturias pintándolo con mirada fría en contraposición con su simpatía por Carlos IV retratado con semblante bonachón. 

El espacio: en este punto Goya se encuentra con un grave problema. Tiene que meter demasiadas figuras en un espacio bastante pequeño, lo cual puede llegar a crear una sensación de asfixia en el espectador. Por eso necesita crear por medio de trucos más espacio, y para ello vuelve a recurrir a Velázquez y sus Meninas.
Por una parte coloca en el fondo cuadros que abren una mayor perspectiva, sobre todo el de la derecha.
Por otra juega a crear bandas horizontales de luz y sombra de forma consecutiva, igual que ocurre en las Meninas, creando así como una serie de peldaños en donde el ojo se va parando, avanzando más lentamente hacia el fondo y dando una impresión de mayor espacio.
El  cuadro carece de punto de fuga al estar todos los personajes en un mismo plano solo roto por algún pie adelantado. La sensación de falta de espacio también se debe a la pared del fondo tan cerca de los personajes.
El tratamiento de las figuras es realista, acaso excesivamente realista para su tiempo aunque con poses calculadoras y frías, sin naturalidad
Todos los personajes están perfectamente identificados excepto la mujer situada al lado de Fernando VII ya que tiene el rostro vuelto y esto se debe a que se cree que puede ser la futura esposa del Príncipe de Asturias por tanto la identidad era desconocida.
La composición es de friso, típicamente neoclásica, con la reina en el centro desplazando al rey de la posición de privilegio.
Utiliza la técnica preimpresionista con un toque ligero y espontáneo a medio camino entre el acabado pulido y preciso del Cristo y la soltura técnica.

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